La Voz de los Vecinos

Pucallpa: la ciudad donde los huecos tienen más antigüedad que las obras

Un llamado urgente a la responsabilidad municipal y regional.

Por Miguel Saavedra Neyra

En Pucallpa, los huecos no se tapan: se heredan. Pasan los años, cambian las gestiones, se pintan veredas, se colocan pancartas de “ciudad moderna” y se inauguran parques, pero las pistas siguen igual o peor: parches sobre parches, baches que se transforman en lagunas y avenidas que parecen haber sobrevivido a una catástrofe.

Arreglar las vías no es una hazaña imposible. No faltan máquinas, ni materiales ni técnicos. Lo que falta es gestión, planificación y, sobre todo, vergüenza política. En teoría, el mantenimiento urbano es responsabilidad de los municipios: la Municipalidad Provincial de Coronel Portillo y las distritales de Yarinacocha y Manantay deben ejecutar la reparación rutinaria de las calles. El Gobierno Regional de Ucayali solo interviene en carreteras de integración o tramos interprovinciales. Pero, en la práctica, todo se confunde y nadie asume nada.

Los alcaldes culpan al Gobierno Regional, el Gobierno Regional al Ministerio de Transportes y todos al mismo enemigo invisible: “la falta de presupuesto”. Sin embargo, cada año llegan millones en canon forestal, recursos del FONCOMUN y transferencias del MEF que, bien usados, alcanzarían para pavimentar varios sectores críticos. Pero esa plata, como el agua en temporada de lluvias, se escurre entre consultorías, contratistas improvisados y obras que duran menos que una campaña electoral.

El problema es estructural: Pucallpa no tiene un plan vial integral. No existe una hoja de ruta que establezca prioridades ni una política técnica que articule drenaje, pavimentación y mantenimiento. Se asfalta sin resolver el desagüe pluvial, se pavimenta en plena lluvia y se “parcha” con asfalto frío que se deshace a la semana. Cada parche temporal es, en realidad, un disfraz de la incompetencia institucional.

Mientras tanto, los vecinos se adaptan al caos. Las mototaxis sortean huecos como si participaran en un rally urbano; los choferes ya memorizan las calles intransitables; y los peatones aprenden a caminar al filo del riesgo. Lo más grave no es el hueco en la pista, sino el hueco en la gestión pública: ese vacío de liderazgo que convierte la negligencia en costumbre.

Pucallpa merece más que excusas recicladas y promesas de cada campaña. Merece autoridades que planifiquen, que gestionen con transparencia y que entiendan que las pistas no son solo concreto: son la base de la movilidad, la seguridad y la dignidad urbana. Una ciudad con huecos no solo tropieza: se hunde.

A las autoridades locales: los ciudadanos no piden milagros, piden resultados. No quieren discursos técnicos, quieren calles transitables. Gobernar no es justificar carencias, es administrar con inteligencia. Si reparar una calle se ha vuelto una odisea, no es por falta de recursos: es por exceso de desidia y escasez de vergüenza.


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