La Voz de los Vecinos

Los árboles digitales que nunca crecieron

Por: Miguel Ángel Saavedra Neyra – “La voz de los Vecinos”

Una vez más, la ingenuidad, la necesidad y la esperanza fueron el terreno fértil para que floreciera una estafa. Esta vez, con discurso ecológico y rostro tecnológico. “Siembra un arbolito y gana por cuidar el planeta”, prometían los promotores de Green Home Perú, una supuesta empresa verde que aseguraba rentabilidad por cada “árbol digital” comprado.

Hoy, miles de peruanos —incluidos ucayalinos— se quedaron sin dinero, sin respuestas y con una amarga lección: los árboles digitales no existen, pero las estafas sí.

Durante meses, esta red logró captar a miles de personas en siete regiones del país. Detrás del lenguaje ambientalista, se escondía una estructura piramidal que ofrecía “ingresos verdes” y “apoyos sostenibles”.

En realidad, era el mismo engaño de siempre: los nuevos aportes financiaban las supuestas ganancias de los primeros inversionistas. En Pucallpa, no faltaron quienes recibieron mensajes de WhatsApp con invitaciones a invertir “por el futuro del planeta”. Muchos creyeron.

Hoy, lloran la pérdida de sus ahorros y la burla a su buena fe.

Lo más indignante no es solo el dinero robado, sino el cinismo de haber usado el nombre del medioambiente para disfrazar la estafa.

En una región amazónica como Ucayali, donde los verdaderos árboles son nuestra riqueza y pulmón, hablar de “reforestación digital” es una afrenta. Aquí los árboles no se siembran con clics, se siembran con esfuerzo, bajo el sol y la lluvia, con las manos y el corazón.

Este caso revela algo más profundo que un fraude financiero: la fragilidad económica y emocional de nuestra población, que busca oportunidades donde el Estado y las instituciones no llegan.

Cuando la formalidad no ofrece esperanza, las estafas se disfrazan de oportunidades. Y cuando la información escasea, el engaño florece.

No se trata solo de denunciar a los responsables que ya desaparecieron con el dinero ajeno, sino de cuestionar nuestra propia vulnerabilidad como sociedad.

¿Por qué seguimos cayendo? Porque vivimos en un país donde la desesperanza se vende fácilmente, y donde la palabra “inversión” se pronuncia más que “educación financiera”.

Desde Ucayali, esta historia debe servirnos de advertencia. No todo lo que se pinta de verde es ecológico, ni toda aplicación digital es sinónimo de progreso. Detrás de los slogans modernos, a menudo se ocultan viejos estafadores con nuevo traje.

Hoy más que nunca, debemos apostar por la educación, la prudencia y la vigilancia ciudadana. Porque mientras sigamos creyendo que el dinero crece en árboles digitales, habrá quienes se encarguen de talar nuestros sueños reales.


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