La Voz de los Vecinos

La otra cara del uniforme “La inseguridad que viene desde adentro”

Por Miguel Ángel Saavedra Neyra

En Ucayali, la policía ya no es sinónimo de protección. Entre la corrupción interna, el abandono logístico y el silencio institucional, la inseguridad no solo viene de las calles: nace dentro del propio uniforme.

Durante años, los ciudadanos de Pucallpa y otras provincias de Ucayali han vivido bajo la amenaza del crimen. Pero hoy, el miedo ha cambiado de forma: no solo tememos a los delincuentes, sino también a que la policía no llegue, o peor aún, que llegue del lado equivocado.

En diciembre de 2023, pobladores del distrito de Atalaya, hartos de robos y asesinatos impunes, tomaron por la fuerza una comisaría local y expulsaron a los agentes. “Llegaron tarde otra vez”, dijeron. Aquella escena no fue una exageración: fue una radiografía precisa del divorcio entre la policía y la ciudadanía.

Esta crisis no es solo local. Según datos recientes, más del 60 % de los peruanos desconfía de la Policía Nacional. En algunas regiones, esa desconfianza supera el 80 %. Ucayali, golpeada por el narcotráfico, el tráfico de tierras y la tala ilegal, padece un deterioro institucional aún más profundo: 242 agentes sancionados desde 2022, incluyendo oficiales ligados a redes criminales. ¿Qué puede esperar el ciudadano común, si quienes deben protegerlo operan en medio de la impunidad?

El problema es estructural. No se trata de “manzanas podridas”, sino de un sistema que permite y normaliza la corrupción. El 91 % de los propios policías admite que hay corrupción dentro de su institución. Y más de la mitad considera que las sanciones son inútiles, que los superiores miran a otro lado, o incluso presionan para que se cometan actos ilegales.

A esto se suma la ineficiencia. Muchos agentes no tienen radios funcionales, no reciben entrenamiento regular, y patrullan con recursos mínimos. En enfrentamientos con bandas armadas como ocurrió en La Victoria en 2025 la falta de preparación táctica termina costando vidas. ¿Cómo exigimos eficacia a una policía que ni siquiera tiene herramientas básicas para actuar?

En Ucayali, donde los delitos se entrelazan con economías ilegales y ausencia del Estado, esta fragilidad institucional es letal. La percepción popular no es errada: se sienten abandonados, y en muchos casos, traicionados. Y cuando la ciudadanía deja de confiar en su policía, el tejido social comienza a deshilacharse.

¿Qué hacer?
No bastan más patrulleros ni discursos de mano dura. Se requiere una reforma policial real:
• Depuración inmediata y sin contemplaciones de agentes corruptos.
• Inspectorías autónomas con participación ciudadana y sanciones transparentes.
• Formación táctica y ética permanente para todos los niveles.
• Inversión real en inteligencia e infraestructura policial.
• Y sobre todo: voluntad política para romper pactos de silencio y encubrimiento.

Porque no se puede hablar de seguridad si la inseguridad viene desde adentro. Y no se puede pedir respeto cuando la autoridad ha perdido el suyo.

Ucayali no necesita más miedo. Necesita una policía que vuelva a ganarse su lugar, no a punta de uniforme, sino de confianza.


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