Armas artesanales mutilan a comuneros sin control
Redy Aco lucha por su pierna tras explosión de trampera
Las armas artesanales de caza siguen cobrando la vida de pobladores

La peligrosa presencia de las llamadas “tramperas”, armas artesanales elaboradas con tubos, pólvora y mecanismos rudimentarios para cazar animales silvestres, vuelve a causar una tragedia en la provincia de Atalaya. Esta práctica, común en zonas rurales de la Amazonía, se ha convertido en una amenaza constante para habitantes que transitan por caminos comunitarios.
En esta ocasión, el afectado es Redy Aco Gutiérrez, un joven agricultor perteneciente a la comunidad nativa Capironá, en el distrito de Sepahua. Redy se dirigía a su chacra siguiendo la misma ruta que utiliza a diario, sin imaginar que bajo la maleza se ocultaba una trampa mortal. Al pisar el mecanismo, la trampera detonó violentamente, destrozándole el pie izquierdo y dejándolo gravemente herido en plena ruta comunal.
El incidente ocurrió en un sendero de uso frecuente para decenas de familias, lo que evidencia el enorme peligro que representan estos artefactos colocados sin control ni señalización. Para las comunidades amazónicas, este problema no es nuevo: desde hace años vienen reportando heridos —y en algunos casos fallecidos— por estas armas hechizas que permanecen ocultas entre los arbustos y cercanas a casas, chacras o rutas diarias.
Tras la explosión, comuneros de Capironá improvisaron un traslado de emergencia para salvarle la vida. Redy fue evacuado en bote hacia el Hospital Intercultural de Atalaya, donde recibió atención inmediata para estabilizarlo y tratar de frenar la pérdida de sangre. Sin embargo, debido a la gravedad del daño en su extremidad, los médicos dispusieron su referencia urgente al Hospital Regional de Pucallpa, donde se mantiene internado a la espera de una cirugía compleja que podría definir si conserva o no su pierna.
La familia Aco, de escasos recursos económicos, enfrenta ahora una situación desesperante: no han podido viajar hasta Pucallpa para acompañar al joven en su proceso. Su padre, Ricardo Aco, elevó un pedido público al director regional de Salud de Ucayali, Patrick Pantoja, solicitando que acelere la intervención quirúrgica y garantice una atención digna y oportuna.
“Mi hijo está solo y necesita apoyo. No tenemos dinero para estar con él”, declaró con evidente preocupación.
Según registros comunales y reportes informales, al menos 12 personas han resultado heridas por tramperas en lo que va del año en esta zona. La mayoría de incidentes se ha producido en espacios de libre tránsito, lo que confirma la falta de control, ausencia de regulación y la imposibilidad de identificar a quienes las instalan irresponsablemente.
A pesar de la gravedad del problema, hasta la fecha no existen protocolos de prevención, mecanismos de supervisión ni una estrategia articulada entre autoridades para enfrentar esta práctica peligrosa. Las comunidades denuncian que los casos se repiten cada vez con mayor frecuencia, sin que se formen brigadas de sensibilización ni patrullajes que eviten nuevas tragedias.
El caso de Redy Aco Gutiérrez no solo revela la vulnerabilidad de las comunidades amazónicas, sino también la urgente necesidad de acciones conjuntas entre autoridades locales, líderes indígenas y el sector Salud. Expertos en interculturalidad advierten que se requieren campañas informativas en los propios idiomas originarios, respetando las prácticas tradicionales pero explicando claramente el peligro letal que representan estas trampas improvisadas.
Mientras Redy permanece solo en una sala hospitalaria esperando una operación que podría cambiar su vida para siempre, la comunidad de Capironá vuelve a conmocionarse frente a una realidad que parece no tener fin: las tramperas siguen hiriendo, mutilando y marcando a inocentes, y hasta hoy ninguna autoridad asume responsabilidades ni propone soluciones efectivas
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