Opiniones

Hoy celebramos  el sentirnos orgullosos de ser peruanos o no

Por Cesar Ortiz Anderson

Estaba preparando un artículo sobre la inseguridad ciudadana y las falsas promesas de mejorarla en el mensaje a la Nación hecho por Dina Boluarte el año pasado. En este mensaje del 2025, sin duda, más de lo mismo: las cifras y los hechos de criminalidad así lo indican. Total, ella se siente impune y protegida políticamente por el Congreso de la República.

Pero al leer un muy buen artículo del escritor Alonso Cueto —es un maestro— en su columna del diario El Comercio, titulada La guarida del viento, recordé algo. En el relato Ulrica de Jorge Luis Borges, la protagonista, oriunda de Noruega, le pregunta a su amigo colombiano Javier qué es ser colombiano. La respuesta de Javier es sencilla: “No sé. Un acto de fe”. Ella contesta: Igual que ser noruega.

Pertenecer a un país como el Perú —hecho que celebraremos mañana, lunes 28 de julio— es, como en cualquier caso, un acto de fe. Siendo peruanos, tenemos un sentido de pertenencia.

Eso se debe a que quienes crecimos o vivimos aquí asimilamos esa mezcla de experiencias esenciales: los climas de cada región, las costumbres, el uso de un idioma, las relaciones familiares, el recuerdo de una playa, de una laguna, de una montaña junto a la laguna; algunas frases que expresan un modo de estar en el mundo (“aquicito”, “no vaya a ser”, “que sea lo que Dios quiera”); despertarse con unos ruidos, acostumbrarse a esos sonidos (el canto de un ave o el rugido de una combi); escuchar las historias de los héroes o santos; mirar el mundo a través de los mitos fundadores de Manco Cápac y Mama Ocllo o de los hermanos Ayar; recordar esa anécdota según la cual una llama en el zoológico de París humedecía los ojos cuando reconocía a un compatriota; alegrarnos cuando sabemos que el mejor tenor del mundo es peruano, igual que el mejor torero, igual que uno de los grandes escritores del siglo XX, igual que el mejor restaurante.

Reconocemos la admiración por lo que nos dejaron algunas culturas del pasado: Moche, Nasca, Paracas, los Incas, Tiahuanaco, Chachapoyas, “el pueblo de las nubes”. Yo agregaría que los peruanos tenemos una idiosincrasia muy especial.

Esa fe que nos vincula está siempre amenazada desde dentro. Según afirmaba Urpi Torrado en este mismo diario, el porcentaje de peruanos que siente orgullo de su país ha disminuido considerablemente. Según mediciones de Datum, “aunque el 78 % de los peruanos declara sentir orgullo por su país, este número ha caído significativamente desde el 92 % registrado en el año 2019”.

En este punto, mi opinión es que la llamada clase política, desde los años ochenta, no ha tenido una visión holística ni el verdadero deseo de mejorar el país: un recurso humano mayoritariamente muy pobre y corrupto.

Las razones saltan a la vista: la falta de un sentido de nación, el racismo, la discriminación, la corrupción, la indiferencia, el abuso contra la mujer, el despilfarro de las autoridades, la incompetencia de las autoridades, los crímenes, la imposibilidad de frenarlos, las extorsiones, el sicariato, los secuestros planificados —todos ellos delitos de alto impacto—, las economías informales e ilegales.

Y cada vez que enumeramos las dificultades, surgen una serie de episodios que nos dan cierto aliento: los emprendedores; los que no se resignan a enfermarse y morir ante el abandono del Estado; muchos policías, muchas enfermeras, muchos doctores; muchas personas que han logrado el inmenso y terrible mérito de sobrevivir. Pero también están los que viven tan lejos del poder, los que pueden gritar pero no son jamás escuchados, los que están sumidos en una pobreza que parece un destino, sin atención médica, sin atención médica preventiva y menos aún curativa, los que no tienen alimentación, los que pierden hijos, hermanos y padres por enfermedades que son prevenibles. Esos rostros desconcertados por el hambre, por la soledad, por la humillación que abundan junto a nosotros... A mí me da vergüenza ajena la frivolidad de Dina Boluarte.

Y, sin embargo, estamos hechos de esa materia invisible que nos señala la pertenencia a un lugar. Se puede decir en una sola frase: Lo que ocurre aquí nos importa más de lo que pasa en otros lados. Esa fe en pertenecer a un lugar puede o no llevarnos a la esperanza. Si es así, como decía un amigo, nos puede llevar a la caridad o al amor. A ver si eso nos da ánimos para celebrar mañana.

Finalmente, lo que se debería hacer es que todos los políticos corruptos devuelvan el dinero mal habido, conseguido a costa del sufrimiento de los que menos tienen, y paguen con todo el peso de la Ley. Ante ello, será muy importante nuestro voto en las próximas elecciones generales.

Cesar Ortiz Anderson

Presidente de Aprosec

www.aprosec.org

Cel.:999316197 / 998160756

Fan Page:  Aprosec-PERU


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